Al pueblo mexicano se le conoce por ser uno de los pueblos más devoto del mundo. No que la fe no exista en todas partes. Sí hemos visto muchos actos de fe, sin mirar la religión, en otros lugares que conmueven al más incrédulo. Sin embargo, los mexicanos llevan sus peticiones hasta el altar y hay veces que de forma bien visible. | ||||
No muy lejos del centro de la ciudad de México, en un pequeño cerro llamado Tepeyac, en el año 1531 la Virgen se le apareció a un joven campesino llamado Juan Diego. De inmediato Juan Diego corrió a decírselo al obispo. Como es de esperar, no se le hizo mucho caso al joven. Pero a la Virgen hay que oírla, porque aunque habla bajito y con mucha dulzura dice cosas profundas. Y se le volvió a aparecer una segunda y tercera vez. El pobre Juan Diego ya no sabía donde meterse. Imagínese usted, por un lado nada menos que la Virgen diciéndole que hacer y por el otro lado el obispo haciéndose el sordo. | ||||
La Virgen con su divina sabiduría supo darle buena solución a aquella situación. A Juan Diego, que ya no encontraba donde esconderse, se le volvió aparecer por cuarta vez. Y le dijo que le llevara unas rosas al señor obispo, colocando el ramo de flores en el manto que el campesino vestía. Juan Diego dobló su manto, cosa de sujetar las rosas, y corrió a la catedral. En presencia del incrédulo obispo abrió su manto para obtener las rosas. Ante el asombro de todos, la imagen de la Virgen se había grabado en la ropa del pobre campesino. Después de tal mensaje, la Virgen de Guadalupe como ella dijo llamarse, ha sido venerada en todo México y gran parte del mundo. | ||||
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